miércoles, 7 de diciembre de 2011

EL DILUVIO DE DEUCALION

La noticia de los crímenes cometidos por los hijos de Licaón llegó al Olimpo y Zeus fue personalmente a visitarlos, disfrazado como un viajero pobre. Ellos tuvieron la desvergüenza de servirle una copa de menudos en la que habían mezclado las entrañas de su hermano Níctimo con las de ovejas y cabras. Zeus no se engañó y, derribando la mesa en que le habían servido el repugnante banquete —el lugar recibió luego el nombre de Trapezo— convirtió a todos ellos, con excepción de Níctimo, a quien devolvió la vida, en lobos.


A su regreso al Olimpo, Zeus, disgustado, desencadenó un gran diluvio sobre la tierra, con el propósito de destruir a toda la raza humana; pero Deucalión advirtió a su padre, el Titán Prometeo, que construyera un arca, la abasteciera y se instalase en ella con su esposa Pirra. Luego sopló el Viento Sur, comenzó a llover y los ríos corrieron con estruendo al mar, que creció con asombrosa rapidez, arrasando todas las ciudades de la costa y la llanura, hasta que quedó inundado el mundo entero, con excepción de unas pocas cimas de montañas, y todas las criaturas mortales parecían haber muerto, con excepción de Deucalión y Pirra.

El arca se mantuvo a flote durante nueve días, hasta que al fin bajaron las agua y fue a posarse en el monte Parnaso o, según dicen algunos, en el monte Etna, o el Atos, o el Otris, en Tesalia. Se dice que a Deucalión le confirmó la terminación del diluvio una paloma que había enviado en vuelo exploratorio.

Después de haber desembarcado a salvo, ofrecieron un sacrificio al Padre Zeus, preservador de los fugitivos. Suplicaron humildemente que la humanidad fuese renovada, y Zeus, que oía sus voces desde lejos, envió a Hermes para asegurarles que cualquier pedido que hicieran les sería concedido inmediatamente. Temis se presentó personalmente y dijo: «Cubrios la cabeza y arrojad hacia atrás los huesos de vuestra madre.» Como Deucalión y Pirra tenían diferentes madres, ambas ya difuntas, decidieron que se refería a la Madre Tierra, cuyos huesos eran las rocas que había en la orilla del río. Por lo tanto, se agacharon con las cabezas cubiertas, levantaron las rocas y las arrojaron por encima del hombro; las rocas se convirtieron en hombres o mujeres según las hubiese arrojado Deucalión o Pirra. Así se renovó la humanidad (...)

Robert Graves Los mitos griegos



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