lunes, 12 de mayo de 2014

Catulo e os celtíberos

Egnacio , por tener blancos los dientes, sonríe continuamente en todas
partes. Si se acerca al banquillo de un acusado, cuando el orador provoca el llanto, él
sonríe. Si hay lamentos junto a la pira de un buen hijo, cuando la madre, desolada, llora
a su único hijo, él sonríe. Sea lo que sea, dondequiera que sea, ocurra lo que ocurra,
sonríe: tiene esa enfermedad ni elegante, según creo, ni educada. Por eso, tengo el deber
de darte un consejo, buen Egnacio.
Si fueses de la Urbe, o sabino, o tiburtino, o un ahorrador umbro, o un obeso
etrusco, o un lanuvino moreno y de buenos dientes, o traspadano (para mentar también
a los míos , o quienquiera que sea que se lava los dientes aseadamente, ni aun así
querría yo que tú sonrieras continuamente en todas partes: pues no hay cosa más
estúpida que una risa estúpida. Pero, eres celtíbero: en tierra celtíbera, lo que cada cual
meó, con eso suele frotarse por la mañana los dientes y las rojas encías, de modo que,
cuanto más limpios están esos vuestros dientes, más cantidad de meado proclamarán
que tú has bebido.

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