CAPERVLA RVBRA
Mater
Caperula
Lupus
Duo venatores.
Avia
CAPERVLA RVBRA
Mater
Caperula
Lupus
Duo venatores.
Avia
Clitemnestra tenía pocos motivos para amar a Agamenón, quien, después de dar muerte a su anterior marido Tántalo y al hijo recién nacido que estaba amamantando, se había casado con ella por la fuerza y luego se había marchado a una guerra que prometía no terminar nunca (...) también había autorizado el sacrificio de Ifigenia en Áulide y —lo que para ella era aún más difícil de soportar— se decía que llevaba de vuelta a la hija de Príamo, la profetisa Casandra, como su esposa en todo menos en el nombre (...)
En consecuencia, Clitemnestra conspiró con Egisto para matar a Agamenón y Casandra. Pero temiendo que llegaran inesperadamente, escribió a Agamenón una carta pidiéndole que encendiera una señal luminosa en el monte Ida cuando cayese Troya; ella, por su parte, dispuso una cadena de fuegos que transmitirían la señal hasta Argólide (...) Apostó también un vigía en el techo del palacio de Micenas; era un fiel servidor de Agamenón que pasó un año entero agazapado como un perro, mirando hacia el monte Aracne y lleno de tristes presentimientos. Por fin, una noche oscura, el vigía vio el resplandor distante de la señal luminosa y corrió a despertar a Clitemnestra. Ella celebró la noticia con sacrificios de acción de gracias, aunque, en verdad, habría deseado que el sitio de Troya durara eternamente. Egisto apostó inmediatamente a uno de sus hombres en una atalaya cerca del mar y le prometió dos talentos de oro por la primera noticia del desembarco de Agamenón.
Clitemnestra recibió a su marido cansado por el viaje simulando que se hallaba muy contenta, hizo tender para él una alfombra de púrpura y lo condujo a la casa de baños, donde las esclavas le habían preparado un baño caliente (…)
Cuando Agamenón se lavó y hubo sacado un pie de la bañera, dispuesto a participar en el banquete ya servido en las mesas, Clitemnestra se le acercó como para envolverlo en una toalla, pero en lugar de eso le arrojó a la cabeza una prenda de malla tejida por ella misma y que no tenía aberturas para el cuello y los brazos. Y así, enredado en esa red como un pez, Agamenón pereció a manos de Egisto, quien le hirió dos veces con una espada de doble filo. Cayó hacia atrás en baño de paredes de plata, donde Clitemnestra vengó sus agravios cortándole la cabeza con un hacha. Luego corrió afuera para matar a Casandra con la misma arma, sin molestarse en cerrar los ojos y la boca de su marido (...)
Robert Graves Los mitos griegos
Na Grecia antiga había un sistema de votación usado para enviar ó desterro a un rival político.
Como se chama o sistema de votación e por que?
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manjares divinos para compartirlos con sus amigos mortales.
Después- continuó Ulises- de que hubimos quemado los restos de nuestro malogrado compañero en la isla de Eea y lo hubimos enterrado, erigiendo sobre su tumba un túmulo coronado por un cipo, proseguimos nuestro viaje. Circe, que nos había recibido y obsequiado espléndidamente, nos puso en guardia contra todos los peligros que nos aguardaban y nos suministró abundantes vituallas.
Una vez que llegamos a la isla de aquellas ninfas temibles, detúvose nuestra nave, pues de repente cesó de soplar el suave viento que nos había estado empujando hasta entonces, y el mar apareció terso y brillante como un espejo. Mis compañeros arriaron la vela, la doblaron y depositaron en el barco, y empuñaron enseguida los remos con objeto de seguir impeliendo la nave. Yo me acordé de las palabras de Circe cuando nos previno de todo aquello: "Al llegar a la isla de las Sirenas, y cuando ya os amenace su canto, tapa con cera los oídos de tus compañeros para que no puedan oirlo, y si tu quieres escuchar la canción, ordena que te aten de pies y manos y que te amarren al mástil; y cuanto más ahínco pongas en rogar a tus amigos que te suelten, tanto más deben elllos apretar las cuerdas".
¡ Oh ven , Ulises glorioso, gloria insigne de los aqueos!
Acércate y detén tu nave para escuchar nuestra voz.
Pues nadie pasó aún de largo en su negro navío
Sin antes de nuestra boca oir la voz, dulce como la miel,
Volviéndose luego contento y sabiendo muchas más cosas,
Ya que nosotras sabemos todo lo que, por querer de los dioses,
Sufrieron en tierras de Troya los hijos de Ilión y los de Argos
Y sabemos cuanto acontece en la tierra fecunda.
Así cantaban, y mi corazón palpitaba en mi pecho, ávido de seguir oyendo su canto, y con la cabeza hacía señas a mis amigos de que me soltasen. Pero ellos, sordos, seguían remando con más vigor, y Euríloco y Perimedes se vinieron a mí y, cumpliendo las órdenes que les diera, me sujetaron aún con más fuerza. Sólo cuando ya estuvimos lejos del alcance de las seductoras voces, mis amigos se quitaron la cera de los oídos y me desataron, y yo les di de todo corazón las gracias por su firmeza.